COMCE: China es un aliado clave para el desarrollo comercial de América Latina
El fortalecimiento de las relaciones económicas entre América Latina y China representa una oportunidad estratégica para el desarrollo regional. Así lo considera Rafael Valdez Mingramm, Presidente del Comité Empresarial México-China del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE), quien comparte en entrevista exclusiva para Empresas2030 su visión sobre el presente y futuro de la relación entre América Latina y China, así como el impacto del factor Estados Unidos.

1. ¿Cuál es tu visión sobre la relación actual entre América Latina y China? ¿Cuál dirías que es el estatus de esta relación?
—La relación entre América Latina y China es hoy una relación positiva, de cercanía y amistad en distintos frentes. Esta conexión tiene una evolución histórica muy interesante, en la que países como México han jugado un papel relevante. Por ejemplo, durante la presidencia de Echeverría, México fue el país que emitió el voto decisivo para que China ingresara como miembro de las Naciones Unidas. Además, México compartió con China el modelo de desarrollo de maquiladoras, el cual fue adoptado por ellos como parte de su proceso de industrialización en los años 70, 80 y 90. Aunque China posteriormente nos superó en muchos aspectos, estos vínculos iniciales marcaron una relación de colaboración que se refleja en los tratados comerciales vigentes con países como Chile y Costa Rica, así como en otros intercambios importantes en la región. La relación es sin duda positiva, aunque enmarcada en un contexto geopolítico complejo, sobre todo por la posición de Estados Unidos en la región. Aun así, el comercio con China es clave. Para México, por ejemplo, China es nuestro segundo socio comercial después de Estados Unidos, y para China, México es su principal socio económico en América Latina, incluso por encima de Brasil.
2. Se dice a menudo que China invierte mucho en infraestructura en América Latina, pero que rara vez compra productos para consumo interno de la región. ¿Qué tan cierta es esta percepción y cuáles son las oportunidades reales de exportación hacia China?
—Esa percepción no es del todo correcta. China es un importador neto de muchos productos, especialmente insumos primarios y agropecuarios, y América Latina ha sido un proveedor clave. Por darte un dato: durante la crisis financiera de 2007-2008, la inversión extranjera directa de China aumentó de 20 a 50 mil millones de dólares, y gran parte de ese capital se destinó a América Latina, particularmente en sectores productivos relacionados con materias primas y alimentos. Esto se explica por una realidad estructural: China tiene el 20% de la población mundial, pero solo el 6% de la tierra cultivable y los recursos hídricos. Es decir, no puede ser autosuficiente en la producción de alimentos, lo que convierte a América Latina en un socio estratégico.
Ahora bien, las oportunidades de exportación no se limitan a materias primas. China ha evolucionado: hoy tiene una clase media creciente, más sofisticada y con nuevos hábitos de consumo.
Esto abre la puerta a exportar productos con mayor valor agregado, como vinos, tequilas o alimentos gourmet. Por ejemplo, las exportaciones de vino de Chile y Argentina hacia China han crecido a doble dígito cada año. No hay razón para que lo mismo no ocurra con los vinos del Valle de Guadalupe en México. Y lo mismo aplica a servicios como el turismo: el número de turistas chinos ha crecido exponencialmente, y ahora buscan destinos más auténticos, como cenotes en Yucatán o zonas arqueológicas como Chichén Itzá, que ganó notoriedad en China tras la visita de Xi Jinping. Eso representa exportación de servicios turísticos, generación de empleos en hoteles, restaurantes y un sector que todavía tiene mucho potencial por desarrollar. Así que sí, exportamos más de lo que se cree, y las oportunidades siguen creciendo.
3. ¿Cuál es tu perspectiva sobre el impacto de los acuerdos de libre comercio existentes (o potenciales) entre países de América Latina y China?
—En el COMCE reconocemos que los acuerdos de libre comercio —vigentes o en negociación— son herramientas fundamentales para consolidar relaciones económicas de largo plazo con China. Su impacto positivo se refleja en el incremento de los flujos comerciales, la atracción de inversiones y el fortalecimiento de las cadenas productivas regionales. Para América Latina, es clave que estos acuerdos se alineen con una visión de desarrollo sostenible, integración tecnológica y aprovechamiento de ventajas comparativas. Mantenemos una postura institucional firme en favor de un comercio exterior abierto, con reglas claras y mecanismos efectivos de solución de controversias.
4. ¿Qué tipo de acuerdos comerciales bilaterales o multilaterales consideras que podrían ser más benéficos en las relaciones económicas entre China y los países de América Latina?
—Desde una perspectiva estratégica, consideramos que los acuerdos que incorporan componentes de cooperación tecnológica, sostenibilidad, innovación y formación de talento ofrecen mayores beneficios que aquellos limitados únicamente al intercambio de bienes. Asimismo, los tratados que impulsen la integración logística, la digitalización y la simplificación aduanera pueden aumentar significativamente la competitividad regional. En el COMCE apoyamos una visión integral que favorezca la diversificación de exportaciones y posicione a América Latina como una plataforma confiable para la producción global.

5. ¿Cuáles son las barreras que enfrentan actualmente las empresas latinoamericanas al comerciar con China, y viceversa?
—Las principales barreras incluyen desafíos logísticos, marcos regulatorios distintos y diferencias culturales que pueden afectar la comprensión mutua entre ambas regiones. En ciertos sectores, las empresas también enfrentan requisitos técnicos, sanitarios o fitosanitarios que exigen esfuerzos adicionales para su cumplimiento. Desde el COMCE fomentamos el diálogo técnico entre autoridades y sectores productivos con el objetivo de facilitar el acceso a mercados, promover la homologación de estándares de calidad y avanzar en una mayor cooperación económica bajo un enfoque colaborativo y de diplomacia económica.
6. ¿Cómo promueve el COMCE la adopción de estándares de calidad y certificaciones para facilitar el comercio de productos latinoamericanos en China?
—Desde el Comité Empresarial México-China impulsamos acciones coordinadas con organismos reguladores, cámaras industriales y socios internacionales para elevar la calidad de las exportaciones latinoamericanas. Promovemos activamente la adopción de certificaciones internacionales, así como el fortalecimiento del distintivo Hecho en Méxicocomo símbolo de trazabilidad, confianza y competitividad. Estas iniciativas están alineadas con los principios del Plan México y con la visión del COMCE de fomentar la diversificación comercial y la autosuficiencia productiva, tanto a nivel nacional como regional.
7. ¿Cómo se puede impulsar una mayor inversión china en sectores estratégicos de América Latina que impulsen el desarrollo sostenible y la transferencia de tecnología?
—La atracción de inversión productiva requiere un entorno estable, con reglas claras y políticas públicas orientadas al desarrollo de largo plazo. América Latina ofrece oportunidades clave en sectores como energía limpia, electromovilidad, infraestructura logística y agroindustria sostenible. Desde el COMCE trabajamos para identificar proyectos con alto impacto social y económico, facilitar el establecimiento de alianzas estratégicas y garantizar la transferencia de tecnología y el desarrollo de capacidades locales. Nuestro enfoque está alineado con los siete ejes de acción que hemos presentado al Gobierno federal para fortalecer la economía nacional, entre ellos, la innovación, la sostenibilidad y el desarrollo de talento.
8. Desde la perspectiva geopolítica, ¿cómo se puede mantener una relación estratégica con China sin poner en riesgo la relación con Estados Unidos, especialmente en países como México?
—Es un tema complejo. De hecho, recientemente organizamos un seminario en el Comité del que formo parte sobre este triángulo estratégico entre China, Estados Unidos y América Latina, en particular México. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China son coyunturales y responden a contextos políticos específicos, pero las inversiones chinas en América Latina son de largo plazo, basadas en fundamentos sólidos y no necesariamente condicionadas por la coyuntura. Claro que hay sectores sensibles, como el automotriz o el de baterías eléctricas, pero eso no elimina la posibilidad de colaborar en otros sectores, por ejemplo en manufactura avanzada, componentes electrónicos o tecnologías limpias.
Estados Unidos sigue siendo dependiente de insumos intermedios provenientes de China, y muchas de estas tecnologías pueden producirse desde México, aprovechando el marco de los tratados comerciales, nuestra proximidad geográfica y una logística eficiente. Más que ver las tensiones como un obstáculo, deberíamos verlas como un incentivo para fortalecer nuestra posición como puente estratégico. Las empresas chinas que invierten en México no solo miran al norte, también ven hacia Centroamérica, el Caribe, Europa. Lo clave es no ver esta relación como excluyente. Se puede mantener una relación sana y productiva con ambos actores si se gestiona con inteligencia y visión de largo plazo.
9. Finalmente, para que América Latina pueda competir en mejores condiciones con China o al menos posicionarse estratégicamente, ¿qué tendría que hacer? ¿Qué retos identificas en términos de capital humano, innovación, infraestructura?
—El primer paso es cambiar nuestra perspectiva. Muchas veces vemos a China como un competidor, cuando también puede ser un aliado estratégico. Ciertamente hemos competido en manufactura, y en muchos casos China nos ha superado. Pero hoy producir en China ya no es tan barato: los costos de mano de obra, energía y logística han aumentado mucho, especialmente después de la pandemia. Esto ha abierto una ventana de oportunidad para México, donde ciertos insumos son más baratos y donde el fenómeno del nearshoring permite establecer operaciones más cerca del mercado estadounidense.
Esto está provocando que empresas chinas estén considerando o ya estén invirtiendo en plantas en México. Lo que deberíamos hacer es facilitar ese proceso y apostar por modelos de coinversión, donde empresas mexicanas y chinas trabajen juntas. Pero para que eso ocurra, necesitamos invertir más en capital humano, educación técnica, infraestructura logística y conectividad digital. También es fundamental fortalecer nuestro ecosistema de innovación y apoyar a nuestras pymes para integrarse en las cadenas de valor globales. No se trata solo de competir con China, sino de integrarnos con inteligencia en el nuevo orden económico global.