No es queja, aunque lo parezca. Lo asumo como uno más de los gajes del maravilloso oficio que tengo la suerte de desempeñar, sin embargo, en esta época del año, con el trabajo a tope, las responsabilidades triplicadas, la gente cansada y un ritmo que ni el mejor superhéroe de cómic podría aguantar, es inevitable pensar que la vida del mercadólogo sería unas cuántas veces más fácil si los clientes lograran por un segundo ponerse en nuestro lugar.