El 65% de las mujeres mexicanas no usan anticonceptivos
La salud sexual y reproductiva es un derecho humano para disfrutar de una vida satisfactoria y sin riesgos. Por ende, acceder con libertad a métodos anticonceptivos seguros, eficaces, asequibles y oportunos; decidir cuántos hijos tener y en qué momento, así como contar con servicios de salud de calidad que garanticen un embarazo saludable y un parto sin complicaciones, también es un derecho de cualquier mujer y parejas.
Garantizar este derecho no solo refleja el nivel de desarrollo de un país en cuanto a educación, bienestar y productividad, entre otros factores, sino que también es uno de los medios más efectivos para promover el desarrollo de las mujeres en distintos ámbitos.
Lamentablemente, este derecho se ve afectado cada vez que una adolescente queda embarazada o cuando una mujer es obligada a tener hijos no deseados o no planeados, y se les impone no recurrir a a métodos anticonceptivos por barreras personales o socioculturales, así como cuando éstos no están disponibles en las instituciones de salud.
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemoró el día de ayer, 25 de noviembre, expertos de la Federación Mexicana de Colegios de Obstetricia y Ginecología, A.C. (FEMECOG), de la Fundación Mexicana para la Planeación Familiar, A.C. (Mexfam) y de Pfizer México hicieron un llamado para que se extienda el acceso y conocimiento sobre el uso apropiado de métodos anticonceptivos que posibilitan la prevención del primer embarazo, que en gran medida se da en edades tempranas, al tiempo de ayudarlas a tomar decisiones sobre su cuerpo de manera libre y responsable.
La dra. Miriam Negrín, miembro de la FEMECOG, indica que gracias a los avances en materia de planificación familiar desde 1960, la tasa de fecundidad global en México disminuyó de 7 a 2.1 hijos por mujer; sin embargo, aumentó la fecundidad por edad en el grupo de 15 a 24 años de edad con 126 nacidos vivos por cada 1 000, es decir, 1 de cada 5 embarazos ocurren en mujeres de este rango de edad.
“En nuestro país, el embarazo a edades tempranas sigue siendo un problema de salud pública de alta incidencia y múltiples consecuencias, pues obstaculiza el proyecto de desarrollo de los jóvenes: los obliga a iniciar una vida adulta de forma prematura y asumir obligaciones para las que no están preparados, trunca su proceso de educación, sus oportunidades laborales e incrementa la transmisión intergeneracional de la pobreza económica y psicosocial. A pesar de que el 90% de las adolescentes reciben información sobre sexualidad en la escuela y que más del 80% describe su primera relación sexual como agradable o muy agradable, no se utiliza ningún método anticonceptivo por miedo, descuido o porque se cree que no va a quedar embarazada”
Asimismo, comenta que aunque el 98.7% de las mujeres en edad fértil conoce al menos un anticonceptivo en tanto, del total de mujeres de 15 a 49 años de edad, 51.6% utilizan actualmente al menos uno, 15.3% son ex usuarias y 31.8% nunca lo utilizó
En cuanto a las mujeres de entre 20 y 24 años de edad que tienen una vida sexual activa, la especialista dijo que 85% de quienes no desean embarazarse utilizan un anticonceptivo tradicional como el condón masculino, el ritmo u otros, mientras que el resto de ellas (sólo 15%) eligen uno de mayor eficacia como la inyección anticonceptiva, entre otros.
Cabe destacar que las usuarias que más buscan usar algún método anticonceptivo son las que ya tienen un hijo.
“Sin duda, el conocimiento es un pre requisito para que las mujeres puedan elegir de manera informada sobre la gama de métodos de planificación familiar disponibles según sus necesidades y/o preferencias. Sin embargo, el mayor rezago está en aquellas mujeres con baja escolaridad, que viven en comunidades rurales con poco acceso a información y quienes tienen una barrera de tipo geográfico, económico, cultural y religioso que les dificulta el acceso a métodos anticonceptivos”, expuso.
Agregó también que empresas como Pfizer han innovado en el desarrollo de nuevos métodos anticonceptivos que se adecúan a las necesidades de las mujeres mexicanas, sobre todo para aquéllas que desean evitar métodos que les causan dolor o irritación en el sitio de aplicación; que requieren de una incisión en el cuerpo para su inserción o retiro, o bien, que un médico se los aplique en su consultorio; entre otras limitaciones que, al final, reducen las opciones funcionales disponibles para lo que ellas buscan.
“Para ayudar en la atención de este problema de salud y social, el año pasado Pfizer lanzó un moderno anticonceptivo en México que ofrece distintos atributos –previa consulta a su médico–, y el cual está pensado para que las mujeres contemporáneas tengan la oportunidad de administrarlo fuera de un entorno clínico", señala el dr. Carlos Lejtik, gerente médico de Salud Femenina de Pfizer México.
Por su parte, Victoria Fuentes, directora general de Mexfam, añade: “En México tenemos derechos sexuales y reproductivos, mismos que nos dan la libertad de decidir cómo vivir nuestra sexualidad sin ser discriminados o juzgados por condición alguna. Si bien, a los derechos sexuales y reproductivos se les nombra juntos, cada persona en realidad tiene la oportunidad y privilegio de ejercer su sexualidad independientemente de la reproducción; es decir, existe la posibilidad de practicar la sexualidad sin la necesidad de procrear. Aunado a ello, se debe trabajar en ofrecer información sin calificar a quien la solicita, en proveer orientación sin estigmatizar, en facilitar el acceso a los métodos anticonceptivos y en enfatizar sobre la importancia de la elección de la mujer sobre el método anticonceptivo que más se ajuste a sus necesidades".
Los expertos coincidieron que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer es un recordatorio para que el gobierno, la industria farmacéutica, la comunidad médica y la sociedad se unan con el fin de seguir promoviendo la generación de programas, políticas públicas y alianzas interinstitucionales encaminadas a facilitar y garantizar a los jóvenes información y acceso a servicios de salud sexual y reproductiva amigables, gratuitos, confidenciales y de calidad; proporcionar asesoría adecuada a las necesidades de cada persona; atender la demanda insatisfecha de métodos anticonceptivos innovadores y que éstos estén al alcance de quienes más los necesitan, tal como se ha hecho con el uso del condón, logrando así el objetivo de una cobertura universal.