Imperfección: ¿cualidad o barrera laboral?

Por Kleber Wedemann, director de Marketing para América Latina y el Caribe de SAS

Dicen que los equipos son organismos vivos o engranajes. Creo que esto es una tontería. Los equipos son grupos de personas, seres humanos, que sufren depresiones, ansiedad, miedos, problemas de salud, unos más graves, otros menos. Personas con crisis familiares. Personas que pierden a sus seres queridos pero que siguen dedicando la mayor parte de su día a un trabajo que, en definitiva, representa el sueño de toda una vida. Si la pandemia de COVID-19 no bastó para que los líderes se guíen sobre bases sólidas de empatía y respeto a la diversidad, ¡creo que nada más lo conseguirá!

Imperfecto
Imagen: Freepik

Cualquiera que haya participado alguna vez en un proceso de contratación para un nuevo puesto de trabajo se habrá encontrado, probablemente, con la pregunta clásica de los reclutadores: ¿cuál es su mejor cualidad? Hace poco me preguntaba cuál sería mi respuesta y rápidamente llegué a una conclusión: ser IMPERFECTO. Sin embargo, te preguntarás de qué forma ser imperfecto podría considerarse una cualidad. En mi caso, no podría describir una cualidad más objetiva y fundamental para el viaje profesional en el que he navegado hasta ahora.

Padezco un síndrome raro llamado osteogénesis imperfecta, conocido popularmente como enfermedad de los huesos frágiles, y por ello he vivido con la imperfección toda mi vida. Investigué la etimología de la palabra imperfecto, del latín imperfectus y, aparte del significado ampliamente establecido, tropecé con una descripción desconocida para mí: inconcluso, no completo en todos los aspectos...

Siempre he buscado la mejora continua, no la perfección. La sensación –o el hecho– de estar incompleto en mi vida, me ha llevado instintivamente a desarrollar el hábito de perseguir constantemente la evolución. La certeza de estar incompleto me ha hecho adoptar el lema de "la progresión por encima de la perfección". Aún no estás completo ni eres perfecto, ¡y esto no ha terminado!

La osteogénesis imperfecta interfiere en la composición del colágeno de mis huesos, lo que los hace más frágiles. A lo largo de mi vida he sufrido unas 140 lesiones en los huesos, muchas de las cuales originaron dolorosas y complejas operaciones correctivas que requerían largos periodos de recuperación, lo que incluía sesiones de fisioterapia, terapia ocupacional y entrenamiento asistido con pesas.

En ningún momento los desafíos me desviaron de mi objetivo de crecer profesionalmente. Estudié tenazmente todo lo relacionado con los temas del curso de publicidad, así como marketing, comunicación y marketing digital (en ese entonces una novedad), a menudo de forma autodidacta, mientras convalecía en recuperación durante largos meses.  A los 26 años, exactamente el día cuando recibí mi primer ascenso gerencial a Latinoamérica en una gran empresa de tecnología global importante, sufrí una caída y necesité una cirugía correctiva, que requirió unos ocho meses de recuperación.

Llegué a una conclusión a partir de esta situación inicialmente desalentadora: aunque los ejecutivos estamos entrenados para convertirnos en auténticas "máquinas de silogismos", practicando constantemente la lógica aristotélica de premisa + premisa = conclusión (que puede sustituirse por ejecución, en este caso), todavía es posible tener empatía.

Aún cuando estaba en el hospital, me visitó mi entonces director nacional y jefe directo, me ofreció todo el apoyo que pudo para mi recuperación, pero, sobre todo, me dejó claro que mi puesto estaba asegurado y que, a mi regreso, asumiría la dirección del nuevo equipo.

Por primera vez, me di cuenta de que el trabajo a distancia era tanto o más eficaz que el trabajo presencial. Dos días después de la operación, estaba de vuelta en el trabajo. La oportunidad de hacerlo todo desde casa, algo nuevo en aquel momento, sin tener que lidiar con el tráfico y otras distracciones me permitió incorporarme al nuevo puesto mucho más rápido, al tiempo que me ofrecía la posibilidad de abstraer más fácilmente los procesos, los retos de gestión, y proponer nuevas soluciones con mayor eficacia y rapidez.

El resultado fue un crecimiento del 175% en mi primer año al frente del equipo, ninguna rotación al cabo de dos años y una expansión del equipo del 50% cuando dejé el puesto 24 meses después. Trabajé para la misma empresa otros ocho años, recibí cuatro ascensos, me enviaron al extranjero y tuve uno o dos paréntesis más que no hicieron sino hacerme crecer como profesional y ser humano.

Justo antes de cumplir los 40, recibí el ascenso –hasta la fecha– más relevante de mi vida profesional: asumir una parte importante de marketing para Estados Unidos, pero la imperfección se presentó de nuevo. Irónicamente, la semana del anuncio, fui a una revisión rutinaria y descubrí un aneurisma aórtico en un estado de dilatación muy alto, el tratamiento necesario era una operación urgente a corazón abierto. Una vez más, me sentí preocupado y ansioso al tener que asumir mi nuevo cargo.

Tuve todo el apoyo que necesitaba para superar ese difícil momento, y la ayuda de mi equipo ha sido igualmente increíble. ¿Qué salió bien?: pudimos acelerar el ascenso de uno de nuestros mejores talentos. Al fin y al cabo, como ella iba a asumir mi puesto de forma interina durante mi ausencia, era lógico hacerla oficial.

Otro ejemplo interesante de cómo la imperfección ha afectado positivamente a mi vida es la productividad. Hoy en día está de moda animar a la gente a despertarse cada vez más temprano. Una característica (o síntoma) que se observa en los pacientes con mi síndrome es la dificultad para conciliar el sueño, lo que ha hecho que, desde los 6 o 7 años, despierte entre las 3 y las 4 de la mañana. En el mundo empresarial, esta imperfección se convirtió en una enorme ventaja competitiva para mí, ya que disponía de mucho más tiempo que la mayoría de mis compañeros para estudiar y trabajar.


Empatía y respeto 

Sin duda, el beneficio más importante que me ha dado la imperfección ha sido convertirme en un directivo agonizante, alguien a quien le molestan de verdad los contratiempos del equipo y persigue obstinadamente el mejor resultado (recordemos que siempre tengo en mente que debo hacer más y mejor) pero, sobre todo, me solidarizo con las adversidades de todos.

Desde que asumí mi primer puesto directivo a los 26 años, siempre he aplicado un valor fundamental: las personas primero. No necesito traer a colación algunas frases hechas para corroborar lo asertivo de este comportamiento. Siempre he seguido instintivamente las enseñanzas del Dr. Jim Goodnight, CEO de SAS, que dice: si tratas a tus empleados como si marcaran la diferencia, ¡lo harán! Ah, y por supuesto, otro lema clave: ¡simplemente no seas un #”&a$%!

Volviendo a la pregunta subyacente que dio lugar a este artículo, basta una rápida búsqueda en Google para encontrar una infinidad de consejos sobre las respuestas correctas a esta pregunta. ¿Cuál sería tu respuesta sincera? "Disciplinado", "asertivo" u "orientado a objetivos", eso no cuenta. Busca en tu interior qué te hace una persona tan especial y única, y por qué eso marcaría la diferencia en una organización.  Mi sugerencia es que pongas en perspectiva tus sueños de toda la vida, tus ambiciones profesionales, tu familia y, sobre todo, tus antecedentes.

El entorno empresarial nos dice implacablemente que debemos seguir el ritmo y la velocidad de los demás, sintiendo constantemente que nos estamos quedando atrás, que todos los demás están escalando la montaña y nosotros no sabemos ni por dónde ir. Pero les aseguro que es mentira. Todo el mundo está un poco perdido, algunos corren, otros suben, pero no saben adónde van ni por qué.

No hace falta que corras. Simplemente sigue moviéndote, aprendiendo, conociendo gente y viviendo nuevas experiencias, aunque no tengas claro el destino. Aún no estás completo ni eres perfecto, ¡y esto no ha terminado! No te quedes quieto y tu camino se te revelará, tarde o temprano. Nunca falles, pero si lo haces y el camino a seguir es IMPERFECTO, también está bien.
 

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