El mar no espera: El rol urgente de las empresas en la salud oceánica
Por Ángel Martí
Cada 8 de junio el mundo vuelve la mirada al 70% de su superficie: los océanos. Ese universo azul que conecta continentes, genera más del 50% del oxígeno que respiramos, regula el clima y alimenta a más de 3 mil millones de personas. Pero también, ese mismo océano que enfrenta una presión sin precedentes por la actividad humana, donde las empresas —sí, todas, desde la agroindustria hasta la moda— tienen una responsabilidad ineludible.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cada minuto se vierte en los océanos el equivalente a un camión de basura lleno de plásticos. Y si nada cambia, para 2050 podría haber más plástico que peces en el mar por peso. La mayoría de estos desechos proviene de la tierra: empaques, microfibras, químicos industriales y residuos mal gestionados.
Pero aquí va la buena noticia: el sector privado tiene el poder (y la necesidad) de revertir esta tendencia. ¿Cómo? Rediseñando productos, ajustando cadenas de suministro, eligiendo materiales sostenibles y apostando por modelos de economía circular. Es una cuestión de ética, pero también de inteligencia estratégica: los consumidores y los inversionistas están cada vez más atentos a las prácticas ambientales de las marcas.
Un océano sano es un negocio rentable. La economía oceánica genera al menos 2.5 billones de dólares anuales, según estimaciones del World Resources Institute, y sectores como el turismo costero, la pesca sostenible y las energías renovables marinas están en pleno auge. Sin embargo, el deterioro ambiental amenaza estos mismos sectores. La acidificación del agua, la pérdida de arrecifes y la sobrepesca son costos ocultos que impactan directamente la rentabilidad y la reputación.
Las empresas tienen ante sí una oportunidad única: adoptar una brújula azul. Esa que orienta las decisiones hacia la regeneración, la innovación sostenible y la colaboración con otros sectores y gobiernos para proteger los ecosistemas marinos.
Iniciativas como el “Compromiso Global por la Nueva Economía del Plástico”, impulsado por la Fundación Ellen MacArthur, ya suman a más de 500 empresas que están eliminando empaques innecesarios y diseñando para la reutilización. Otras, como Interface o Bureo, están creando productos a partir de redes de pesca recicladas, demostrando que sostenibilidad y diseño no están peleados.
Hoy, ser parte de la solución no es opcional, es una demanda del mercado, de las futuras generaciones y del planeta.
Este Día Mundial de los Océanos no se trata solo de mirar el mar. Se trata de decidir, desde las oficinas, fábricas y salas de juntas, qué legado queremos dejar. Porque si las empresas son parte del problema, también pueden y deben ser parte de la marea que cambia la historia.